PREFACIO
Que nadie se ofenda pero las mujeres hemos dicho adiós a la falsa modestia, al recato y al disimulo. Hoy vestimos nuestra lujuria descaradamente y, a mucha honra, de color escarlata. Esta es la razón de ser de esta propuesta en la que Nilsa, en su natural picardía, me ha encomendado compartirles cómo siento, tanto al HOMBRE DE MIS SUEÑOS, como a un total DESCONOCIDO PARA MI.
Son tres los elementos claves utilizados para sintetizar su visión de esta muestra pictórica. El Animal. La Hermosura. El Hombre. Como bien lo advirtió Blas Pascal (que no Blas Petit), “No es conveniente enseñarle al hombre su parentesco con el animal, sin señalarle al mismo tiempo su grandeza”. Del reino animal, el hombre conserva su carácter depredador, conquistador, aguerrido, asesino, vengativo, felino, curioso, competitivo, carnívoro, herbívoro, intuitivo, juguetón, goloso, forajido, protector de su clan, guardián de su especie, rey en su reino y propagador de su gen. Pero, ¿qué hace al hombre, hombre?
No es su capacidad de pensamiento, no es su habilidad para seguir patrones lógicos o para deducir conclusiones ya que los animales cuentan con tales capacidades, aunque en menor grado. A diferencia del resto de los animales, su vida no responde al patrón de su especie; ha de inventarla él mismo. Su convivencia con el entorno no es armónica. Esto lo obliga a luchar por su subsistencia creando caos y desequilibrio constante. ENTRE HOJAS, SOMBRÍO Y TIERNO, perdió la armonía de su Edén a cambio de una libertad que no maneja a cabalidad.
Mónica Yvette Rivera Vargas
Septiembre de 2009